
¡Buenas tardes!
Pues sí, ya estamos de vuelta. Sabemos que os hemos tenido un poquito abandonados, pero ha sido por una buena causa. Ojalá nos hayáis echado de menos, eso sería una buena señal…creo.
Queremos aclarar que aunque no hemos estado muy activos en redes sociales ni en la web durante un tiempo, eso no quiere decir que hayamos estado de vacaciones, todo lo contrario.
Después de casi dos meses de papeleo, burocracia y de leer mucho, mucho, mucho, volvemos para contaros que estamos preparando nuestro próximo lanzamiento, que será muy pronto, y del que os contaremos más detalles dentro de muy poquito.

Pero mientras llega el momento en el que…

nosotros continuamos disfrutando con las giras de nuestras dos primeras criaturas. Razonamor y a Macondo se va en línea recta siguen su camino de la mano de sus papás: Alberto Vicente y David Reche, que actualmente están preparando presentaciones, charlas y encuentros con autor en institutos de enseñanza secundaria de Madrid y Elche respectivamente.
¿Que todavía no los tenéis? Pues no sabéis los que os estáis perdiendo…
Esta es una de las maravillas que encontraréis en el poemario ¿visual ? Razonamor.

Razonamor (Alberto Vicente Monsalve)
Y si os apetece más una novela juvenil para todos los públicos, os dejamos un fragmento del primer capítulo, una vez que comencéis a leerlo no podréis parar.
–¡Salta!
Vidal no tuvo tiempo para quitarse las zapatillas deportivas, ni siquiera llegó a planteárselo. Se tiró al río y nadó con todas sus fuerzas para llegar hasta la balsa de troncos de madera desde donde la chica misteriosa le apremiaba para que se diera prisa. Por encima del ruido del agua, a lo lejos, seguían sonando las ráfagas de disparos, pero él ya no los escuchaba. Y eso no le ayudaba a superar el miedo. No temía al agua, al contrario, Vidal era un excelente nadador, pero sintió una emoción nueva para él, una sensación extraña que fácilmente reconoció como el miedo verdadero. Notaba que la urgencia le obligaba a esforzarse más de lo que nunca antes había hecho. El aire le quemaba en los pulmones a causa del ímpetu con el que braceaba, entonces se dio cuenta de que no coordinaba la respiración con los movimientos de su cuerpo. Era consciente de que nadaba como un niño pequeño que chapotea en el agua en sus primeras lecciones en la piscina. Por ello sabía que estaba a un pensamiento de entrar en pánico, no solo por la remota posibilidad de que se ahogara en el río, sino por la sospecha del futuro que se dibujaba delante de él. El miedo a lo desconocido, a la soledad y a la incapacidad de acción, era como un manto negro y pesado que le amenazaba tras los gritos de pánico. Unas alarmas que su conciencia comenzaba a barruntar en el tren de pensamientos que se atropellaban en su cabeza…
A Macondo se va en línea recta (David Reche Espada)
¡Nos leemos muy pronto!